La fiel, amiga y compañera
Por: Esteban Sosa Muñoz “Nadie sabe tu nombre; no se como te llamas, más Cruces te venera y exaltación de amor en sus pechos inflamas, del dolor de sus hijos compañera”.
Es como si e el escritor Wilfredo Torres Pino viviera. Porque este fragmento de su poema luctuoso “A la perrita del camino mortuorio” es hoy un reflejo del diario vivir. En su mismo suelo otro animalito acompaña siempre el dolor de quien pierde a una madre, un hijo, un hermano o simplemente a un amigo.
De ella tampoco sabemos el nombre. Pero sí palpamos que el sentimiento emerge como expresión solidaria ante el último adiós a un ser querido.
Su estatura es pequeña, negra como el carbón y gigante de alma. Alguien la busca y al parecer está ausente, pero cuando asoma el llanto sale la negra a afrecer consuelo en medio de la noche, donde a veces solo unos pocos están con ella.
Un amigo me ha contado, que la negra sigue el ejemplo del perro funerario, aquel que aprendió el largo camino de la muerte, pero su fín llegó un día a manos de malvados cazadores.
No hay un solo entierro donde la perrita negra despeje el camino y como guía certera acompañe al cortejo hasta el mismo final.
Estoy cerca de la iglesia. Cuando doblan las campanas ante el paso del mortal, asomo a la puerta y no cabe dudas, ahí viene cabizbaja la perrita negra delante del coche funeral.
Quizás no tenga hermanos o algún otro familiar, pero la perita cautivó el amor de quienes saben también agradecer.
Por eso recuerdo a Wilfredo Torres Pino, cuando en la década de los años 40 en aquel poema luctuoso escribía: “Presente en los sepelios cumples alto destino y que el lector se asombre, ¡Sirves a la humanidad, y más útil que otros hombres- que si ven un cortejo se escabullen- inhumanos e hipócritas se esconden!”
Nadie sabe tu nombre; no se como te llamas, más, Cruces te venera y exaltación de amor en tus pechos inflamas, del dolor de sus hijos compañera”.
Muy buen trabajo.felicitaciones.
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